miércoles, 3 de enero de 2024

El año en el que se insultó a la Inteligencia Humana


El año en el que se insultó a la Inteligencia Humana


Todos emocionados con la IA.

Con unas pocas instrucciones tienes una imagen impresionantemente… artificial.

Puedes pasar horas conversando con ese asistente virtual pero jamás podrás encontrarle un asomo de la verdadera inteligencia: la Inteligencia Artesanal del ser humano.

Sí, es un gran acumulador de información, de toda la información disponible y es capaz de confeccionar lo que le pidas. Te hace un plan de negocio en cinco minutos y te genera diez posibles nombres para tu empresa (todos terribles, por cierto), pero sus respuestas siempre serán ajenas.

La IA es solamente un recopilador y reorganizador, a la velocidad de la luz, de Ideas Ajenas.

Y por eso dije desde el principio que no se le podía llamar inteligencia si no era capaz de soñar.

Esta es una de las millones de capacidades que un niño de cuatro puede hacer y que la máquina jamás podrá imitar.

Porque esa es su máxima aspiración: Imitar al ser humano y Asombrarlo con su velocidad y su destreza en el manejo de información.

Entonces esa es otra definición de la IA: Imitación Apabullante.

Seguramente ganará en el Ajedrez o en el GO, pero jamás podrá hacer que una caja de cartón se convierta en una nave espacial en la sala de tu casa.

Tal vez sea imbatible creando imágenes con iluminación y sombras perfectas, pero jamás podrá pasar horas mirando cómo marchan las hormigas o cómo se sostiene en el aire un colibrí.

Podrá imitar los movimientos de los músculos de la cara de cualquier persona y reproducirlos inmediatamente, pero jamás podrá elaborar una sonrisa empática y reconocer que su interlocutor sólo necesita de un momento de silencio, de un abrazo, de un susurro.

Seguramente encontrará el diagnóstico preciso y la formulación adecuada que millones de casos similares archivados en los bits de la experiencia digital prescriben, pero jamás podrá ver con la intuición de un veterano galeno las singularidades de la paciente de seis años que se estremece momentáneamente al sentir el estetoscopio frío en la espalda.

Tendremos respuestas pero nunca podremos decir que tendremos compañía. ¿O sí?

Guillermo Ramírez

*»El robot de tres piernas que pintaba sobre las mesas de tres patas»